Jean Canavaggio, nuestro cervantista más cercano
Jean Canavaggio nos regaló en el año 1986 una de las mejores biografías de Miguel de Cervantes, una de las más influyentes y necesarias de todo el siglo XX. Una biografía necesaria porque recuperaba a nuestro escritor desde una mirada científica más allá de las interpretaciones heroicas y nacionales que dominaban el mercado hispano por aquel entonces. Una biografía influyente pues es la que todos hemos leído y hemos tomado como base en nuestros acercamientos cervantinos; una biografía que no ha dejado de crecer y de actualizarse con los nuevos datos aportados en los últimos años.
Jean Canavaggio, nacido en julio de 1936, es una de las caras más visibles -y respetadas- del hispanismo francés, el que ha dado tan grandes figuras a lo largo del siglo XX, y que ha marcado líneas maestras del conocimiento de nuestra historia y de nuestra cultura. Una figura clave en el cervantismo francés, junto a nombres tan esenciales como Maxime Chevalier, Maurice Molho, Augustin Redondo o Michel Moner, que han dado paso a una generación de jóvenes estudiosos que hoy en día sigue haciendo del cervantismo francés un punto de referencia mundial. Catedrático de Literatura Española en la Université Paris X-Nanterre y director de la Casa de Velázquez en Madrid, Jean Canavaggio ha estado hasta sus últimos días difundiendo la vida y la obra de Cervantes, adentrándose en sus misterios, y haciéndola más accesible a todo tipo de públicos: desde su estudio del teatro cervantino a la dirección de la traducción francesa de las obras cervantinas publicadas en la prestigiosa editorial Gallimard.
Entre todas sus obras cervantinas, además de la biografía de Cervantes, a la que uno debe volver y consultar a cada momento, quiero destacar dos textos que, con el rigor científico que siempre le caracterizó, muestran también su voluntad de hacer llegar el conocimiento al mayor número de lectores posibles: “Don Quijote, del libro al mito” (2006) y “Diccionario Cervantes” (2020). Dos libros que son su voz en el tiempo, su voz cervantina: una voz serena, una voz generosa, una voz científica, una voz necesaria.
Una voz serena, pues era capaz de atender a todas las polémicas sin caer jamás en el extremismo, llevando a sus últimas consecuencias el ideal cervantino del diálogo, siempre escuchando al que no opinaba de la misma manera, aprendiendo del otro.
Una voz generosa, siempre dispuesta a la reseña de las obras de los más jóvenes, los que nos acercábamos a él con una pregunta, una duda, una necesidad de conocer su opinión sobre un determinado tema. Una generosidad en la lectura de nuestros textos y en la difusión de los mismos, siempre con una sonrisa en los labios.
Una voz científica, pues todo tenía que pasar por el tamiz de los datos y de las hipótesis contrastadas, sin dejarse llevar por los huracanes de las opiniones heredadas o de las polémicas que no llevaban más que a callejones sin salida.
Una voz necesaria, que sigue brillando con luz propia a lo largo de los años, desde sus primeros estudios sobre el teatro cervantino -cuando nadie se dedicaba a este tema, aún denostado por muchos estudiosos de los Siglos de Oro-, hasta sus últimos estudios sobre la vida y la obra cervantina.
El cervantismo hoy llora la pérdida de Jean Canavaggio, su cercanía y su generosidad, su coherencia y su calidad científica. Pero siempre nos quedan sus obras, tan iluminadoras… y también su ejemplo como científico y como persona, una presencia siempre amable y generosa, con la palabra justa y la sonrisa adecuada. Un tesoro de contento y mina de pasatiempos, sin duda. Para siempre.
José Manuel Lucía Megías
Presidente de honor de la Asociación de Cervantistas
Jean Canavaggio (París, 23 de julio de 1936-21 de agosto de 2023), director de la Casa Velázquez en Madrid y catedrático emérito de la Universidad de París-Nanterre, uno de los hispanistas más reconocidos de los últimos tiempos, dedicó buena parte de sus esfuerzos a dilucidar la vida y la obra de Cervantes. Se había convertido en un pionero, al inicio de su carrera, por su atención al teatro del autor alcalaíno con su estudio Cervantes dramaturgo al proporcionar un merecido relieve al mérito de los entremeses cervantinos y a las técnicas teatrales de Cervantes, con lo que venía a echar por tierra el tópico de un dramaturgo “improvisador”. Su ejemplar biografía de Cervantes, que obtuvo el premio Gouncourt y un reconocimiento general, abrió un camino a las que vinieron después dando sentido a los datos que conocemos de la vida de Cervantes, buena parte de ellos problemáticos, e integrando la biografía en relación con sus obras y con el contexto histórico en el que se produjeron. No se detuvo en lo biográfico, sino que estudió con perspicacia infinidad de temas, en especial, el Quijote y el teatro del Siglo de Oro.
Entre sus obras cervantinas más recientes destacan Don Quijote. Del libro al mito (2005), en donde traza con clarividencia la trayectoria de la novela más relevante a través de cuatro siglos preñados de cambios interpretativos junto con enormes repercusiones literarias y artísticas. La última es el extenso y complejo Diccionario Cervantes (2020), en el que el lector puede vagabundear a su antojo, como sugería el propio Jean en la introducción, a través de las 136 voces que lo integran dando explicación de numerosos aspectos de la vida y la obra de Cervantes.
Sus inquietudes literarias y artísticas le llevaron a estudiar no solo a Cervantes (en especial, el Quijote, el Viaje del Parnaso y su teatro), sino que dedicó también su atención y análisis perspicaz a autores del Siglo de Oro como Lope, Góngora, Santa Teresa, Calderón; además de Jorge Guillén o el cervantismo de escritores como Prosper Mérimée, García Lorca, Flaubert, Bertolt Brecht y Graham Green.
Su figura, casi un personaje quijotesco por su altura y delgadez si no fuera por sus gafas redondeadas, y el prestigio que le conferían sus obras, además del cargo de director de la Casa de Velázquez (la segunda autoridad francesa en España, como decía con cierta gracia), podrían dar la falsa impresión de seriedad aderezada con un punto de la superioridad hierática que asociamos a ciertos personajes galos. A pesar de esa imagen, en cuanto establecías conexión con él, era una persona no solo de exquisita amabilidad, sino que establecía una rápida y cordial cercanía. En cualquier situación, por seria que fuera, mostraba un semblante risueño, una perspectiva graciosa de las cosas, sin estruendos de ninguna clase.
En una de sus últimas entrevistas, rechazaba, con buen criterio, identificarse con don Quijote para hacerlo con Cervantes («dicho con mucha modestia»), porque cuando Cervantes te dirige la palabra, decía Jean dando la mejor lección de cervantismo, «te habla como un amigo».
Al igual que Cervantes (recordemos el conmovedor final del prólogo al Persiles («¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos!, que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida»), Jean también se acordó de sus amigos al presentir la cercanía de la muerte, quiero creer que evocando los momentos gratos vividos. Ese era su talante, incluso en las circunstancias difíciles. ¡Adiós, amigo! Recordaremos siempre tu sabiduría, pero también tus gracias y tu humor benevolente, siempre afectuoso.
Emilio Martínez Mata