No era infrecuente su presencia en los principales encuentros del hispanismo; de manera más acotada, la Asociación de Cervantistas –de la que formaba parte desde comienzos de los años noventa con el número 228 de socio– se honró con su presencia en varias de sus reuniones. Una lejana foto aparecida en el manchego diario Lanza testimonia su participación –con ponencia plenaria– en el primer congreso internacional de la Asociación de Cervantistas celebrado en Almagro en el verano de 1991 (25 de junio). La foto le muestra junto a Edward C. Riley, Maxime Chevalier y Juan Bautista Avalle-Arce. La nostalgia, ahora, se hace más dolorosa al comprobar que ninguno de ellos está ya entre nosotros. No se perdió el segundo congreso celebrado en Nápoles, tres años más tarde (1994), ni varios de sus coloquios: el segundo, en Alcalá de Henares (1994), y el Primer convivio locos amenos (Menorca, 1997). Creo no equivocarme si afirmo que el último en el que participó fue el XI coloquio internacional, celebrado en Seúl en noviembre de 2004, donde se hubo ocasión para el abrazo entrañable entre los decanos del hispanismo en Asia, Kim I Bae, y del cervantismo, Francisco Márquez Villanueva: simbólica imagen que vino a representar gráficamente la mayoría de edad del hispanismo coreano, que ese año cumplía sus bodas de oro.
Otra fotografía –esta ya en color– recuerda aquel grato encuentro (20 de noviembre de 2004): en ella aparezco flanqueado por don Francisco y por Chul Park (nuestro anfitrión), y, con ellos, otros muchos amigos: Joe Ricapito, Kenji Inamoto, Gonzalo Díaz Migoyo, Carlos Mata Induráin, Santiago López Navia, Maria Augusta da Costa Vieira, Isabel Fernández, el matrimonio López Férez, Aurelio González, Jordi Aladro, Franco Quinziano, Jaime Fernández, José María Balcells, … Todo un documento para la no pequeña historia de la Asociación de Cervantistas.Fue entonces cuando tuve la oportunidad de conocerle personalmente; coincidimos después en otros lugares e intercambiamos más de una separata. Recordaré su gesto, siempre cordial, y su ademán, siempre cortés; y cómo sabía encontrar las palabras adecuadas para elogiar sin caer en la lisonja o para mostrar su discrepancia, de haberla.Don Francisco contribuyó decisivamente a iluminar esa figura tan difícil de aprehender llamada Miguel de Cervantes; pero éste también lo hizo con el profesor recientemente fallecido, quien encontró en aquel “incontables momentos felices en el acercamiento no libresco ni figurado, sino en un plano que hay que definir como inmediato y personal […] Cervantes está orgulloso de haber escrito su obra para levantar nuestros ánimos, protegernos del desaliento y del tedio, a la busca de reencender en nosotros el goce de la vida. Mi propio caso no es sino uno de los incontables en que los consiguió plenamente” (USA Cervantes, cit., p. 827).
Le echaremos mucho de menos. Descanse en paz.
José Montero Reguera