El 28 de enero, la Asociación de Cervantistas perdió a uno de sus padres. Nos ha dejado Alberto Blecua, maestro de maestros, amigo de sus amigos, investigador siempre joven, en quien los méritos científicos competían con los humanos. La filología española se queda sin el que fuera, tal vez, su referente principal; cuando las aulas patrias difundían aún confusas nociones en materia de edición de textos, don Alberto publicaba su Manual de crítica textual (1983), compendio del saber neolachmaniano, llamado a formar a generaciones de filólogos en las aulas universitarias españolas y de muchos otros países; allá donde haya necesidad de aferrarse a un método de edición de textos fiable, el Manual de Alberto Blecua resulta, aún hoy, imprescindible. Fruto de su saber filológico son las impecables ediciones del Libro de Buen Amor, el Lazarillo o el Quijote; pero sus estudios literarios no se limitan a esos tres pilares de la literatura española. Desde la Edad Media a la poesía de la Generación del 27, se puede decir que no hay época o género en los que Alberto Blecua no haya dispensado su magisterio. Un magisterio hecho, por lo general, de artículos breves y precisos, que, una vez publicados, se convertían en obligada referencia para todo aquel que se ocupara de los mismos textos.
Para la Asociación de Cervantistas Alberto Blecua ha sido una piedra angular: fue presidente de la misma desde 1995 a 1999 y su firma consta en el acta fundacional de 1988. De su afán pionero es buena muestra también el grupo Prolope, que él creó en 1989 y dirigió durante muchos años hasta su jubilación.
En fin, es mucho lo que los cervantistas debemos a don Alberto (su universal trato amigable no habría aceptado el «don») y no solo por las responsabilidades que supo asumir en su momento para la difusión de los estudios cervantinos, sino también porque sus trabajos de investigación nos dejan, además de la citada edición del Quijote, numerosos ensayos sobre otras obras de Cervantes, que abrieron caminos a la investigación posterior.
Embargados por algo parecido a un sentimiento de orfandad, despedimos aquí a un hombre generoso, un profesor idolatrado por sus estudiantes y un maestro de investigadores.
Descanse en paz,
José Manuel Martín Morán