La exposición «Nikolaj Pirnat y Don Quijote de la Mancha» consta de 33 dibujos que fueron realizados por el artista esloveno entre 1935 y 1937 cuya finalidad era ilustrar la primera traducción que se hizo de Don Quijote al esloveno.
La exposición se mostrará entre el 14 y el 29 de octubre en la Sala de Entrada de la Biblioteca María Zambrano (Universidad Complutense de Madrid).
Asimismo en las vitrinas del Hall se exhibirán las muestras «Don Quijote y los cromos del mundo» y «La linterna mágica y Don Quijote».
la primera de ellas muestra colecciones de cromos de época cuya temática es Don Quijote. En la segunda podemos contemplar cuatro linternas mágicas que es un instrumento precursor del cine y permite proyectar en lienzo o pared imágenes basado en la iluminación de placas de cristal.
Nikolaj Pirnat, artista esloveno, pintor, escultor, dibujante, ilustrador y caricaturista, se formó hasta 1925 en la Academia de Bellas Artes de Zagreb, con el gran escultor croata Mestrovic. Estaba convencido de que el artista debe construir “de sí mismo, de su entorno, de la carretera, de la aldea, de la fábrica”, que su obra es “la imagen de la actualidad y de la lucha que la caracteriza” (Miku). Considerando el recorrido político y artístico del ilustrador y su acusada sensibilidad social de la que hace alarde a lo largo de su corta vida no extraña que haya encontrado en el “desfacedor de agravios” cervantino un alma hermana. En el empeño de Don Quijote de crear un reino de justicia y libertad debió de reconocer un idealismo utópico, eso sí, pero un idealismo que nace de las capas más nobles del alma humana. Al constatar que él también tenía algo de Quijote, se acercó a la novela no sólo para cumplir un encargo sino por motivos íntimos.
En la ejecución de los motivos, Pirnat no siguió un plan establecido en cuanto a la interpretación global del significado del Quijote; más bien consciente de la imposibilidad de establecer una sola línea, optó por proponer una síntesis de varias interpretaciones, desde la más burda comicidad pasando por distintos grados de ironía, hasta el más tierno lirismo, desde la parodia física hasta el sentimiento trágico, logrando así transmitir de manera convincente no sólo el frágil equilibrio entre el “idealismo instintivo” y el “realismo sano” sino también, todo lo que hay en la novela de imperecedero, de universal, atemporal, único desde el punto de vista humano: la dignidad del individuo. Lo que importaban fueron las escenas en sí; el ilustrador trató de encontrar en cada una de ellas un enfoque particular y único, lo que concede una gran heterogeneidad a la serie.