Otra vez la desaparición de unos colegas empaña de tristeza el comienzo de nuestras Actas. Se nos fueron de pura senectud don Alberto Sánchez, el maestro de tantos, y en plena madurez don Alberto Porqueras, el ejemplo de muchos. Alberto Sánchez apenas clausurado nuestro V-Cindac, y Alberto Porqueras a las puertas de la noche de San Silvestre.
Es ley de vida, ya se sabe, pero por mucho que lo pensamos y por más veces que lo experimentamos en cabezas ajenas, nunca damos fin a nuestro desconsuelo. Nos queda la esperanza de poder guardar a los dos amigos (tan dispares, ay!, pero amigos ambos) en el cajón de los mejores recuerdos: Alberto Sánchez como nuestro primer Presidente (1988-1995), siempre dispuesto a recordarnos (de memoria) cualquier cita cervantina, y Alberto Porqueras como el batallador incansable en nuestras tertulias cervantinescas, como si resurgiera de las cenizas del 98.
Hago un voto para que desde la dimensión eterna, donde indudablemente sus espíritus ahora se hallan (¿adonde, si no, podemos llegar a parar los cervantistas?) y donde la luz se hace sobre todas las cosas, nos animen a seguir luchando para ver de alcanzar las verdades cervantinoquijotescas, que tan intrigados nos tienen a todos.
José Mª Casasayas