Vaaaaaaaaale, lo reconozco: me gusta leer, a veces, algún título de la denominada “literatura del código”: ya sabéis, esa inmensa producción literaria que, a rebufo del éxito del Código Da Vinci de Dan Brown, consiste en idear una historia narrativa en torno a un cuadro, un libro, una partitura, un… lo que sea que encierra en su interior una clave secreta que permite revelar un misterio oculto durante siglos de incalculable trascendencia para la historia de la humanidad. El misterio viene del pasado, pero se investiga en el presente, con lo que ya tenemos creados dos planos diferentes de narración. Y todo ello convenientemente aderezado con los consabidos buscadores y defensores del misterio (agrupados estos en sectas o hermandades que se mantienen a lo largo de los tiempos), malos muy malos sin ningún tipo de escrúpulos morales, secundados por sicarios crueles y sádicos, y asesinatos a tutiplén (a ser posible, rituales). En el esquema —nunca mejor dicho— no puede faltar un detective más o menos profesional (puede ser un policía, un investigador privado, un pesquisidor, si se trata de tiempos pretéritos, un agente secreto, un erudito investigador, un periodista de bien despierto genio…), ni por supuesto una mujer atractiva (más o menos fatal, según los casos) que proporcione a la historia la consabida y necesaria tensión sexual, etc., etc.
Son libros de lectura fácil y “desengrasante”, pequeños paréntesis de distracción entre otras lecturas más sesudas y académicas. Best-sellers con todas las marcas y tics del género, con mayores o menores pretensiones de calidad literaria, pero por lo general bastante entretenidos… si eres aficionado al subgénero. (Entre paréntesis, he de decir que mi gusto literario quedó estragado hace ya unas décadas leyendo folletinescas novelas históricas de la época romántica, ¡qué se le va a hacer!)
Pues bien, esta tarde, echando un vistazo a la sección de novedades de una librería pamplonesa, encuentro un libro que inmediatamente atrae mi atención por su título: Misión Cervantes, de un tal Brad Thor, y esta frase de reclamo en la portada: “1400 años después… los hombres aún siguen matando para mantener el secreto oculto”.
Sorprendido —ma non troppo a estas alturas: “cosas veredes, amigo Sancho…”—, doy la vuelta al libro para leer la contracubierta, que propone nada menos que lo siguiente:
Brad Thor, el actual maestro del suspense norteamericano, aclamado por escritores como Dan Brown o Steve Berry y autor de éxito con más de un millón de ejemplares vendidos en todo el mundo, nos presenta un fantástico thriller político internacional. Scot Harvath, un exagente de los cuerpos especiales de la Marina estadounidense, deberá luchar contrarreloj para desvelar un fabuloso secreto en el que tres elementos encajan como un rompecabezas: Thomas Jefferson —tercer presidente de Estados Unidos—, un criptograma ingeniosamente oculto entre las páginas del Quijote y una revelación del profeta Mahoma que jamás vio la luz.
¡Toma del frasco, Carrasco! Nada menos que el presidente Jefferson (personaje histórico nada ajeno a estos tejemanejes “del código”: ya sabéis, lo de los símbolos masónicos en el billete de dólar, etc.), nuestro querido Quijote (y no es, por supuesto, la primera vez que la ficción literaria —¡y aun cierta bibliografía cervantista!— nos habla de claves, enigmas e insondables misterios encerrados en la novela) y, todavía más, rizando el rizo, una desconocida profecía de Mahoma…
Por si esto no fuera suficiente para decidirme a comprar el libro (para mí ya lo es: están a punto de cerrar, así que corro enseguida al mostrador de la librería, deleitándome ya con fruición, por adelantado, en las horas de grata lectura que me esperan en cuanto pueda ponerme con semejante “rompecabezas”), la contracubierta sigue prometiendo:
Con una narrativa vibrante, llena de acción y con giros inesperados que sorprenden constantemente al lector, Brad Thor nos atrapa con una fascinante historia que cautivará incluso a los lectores más exigentes, y nos presenta una nueva aventura de un personaje llamado a convertirse en héroe de nuestros tiempos.
Eso de que la aventura cautivará “incluso a los lectores más exigentes” me escama un poco: ¿qué pasa, que la mayoría de los lectores que esperan tener los de la editorial es una masa de público poco exigente, consumidor de literatura barata, fácil de cautivar? No sé, no sé, pero el inciso de marras da que pensar… Y yo, por cierto, ¿estaré en el grupo de “los lectores más exigentes” o seré parte de la masa amorfa de poco exigentes consumidores de literatura popular?
Dejo estar ahí la cosa (doblemos aquí la hoja, si lo prefieren más culto) y acudo después a las solapas interiores, para descubrir que este autor de best-sellers con apellido de dios nórdico es licenciado por la Universidad de Southern California y que fue miembro del Programa de Análisis “Célula Roja” del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (no sé qué cosa sea, pero suena a importante, a juzgar al menos por lo que estamos acostumbrados a ver en las películas USA…); y también que cuenta en su haber con títulos como The Lions of Lucerne, Path of the Assassin, State of the Union, Blowback, Takedown, The Apostle y, traducido al español, El primer mandamiento. Lo siento, amigo Brad Thor, pero mi ignorancia es enciclopédica (abarca todos los saberes) y no te conocía de nada hasta que no me he tropezado casi de casualidad con tu Misión Cervantes (Madrid, Ediciones Martínez Roca, 2013).
En fin, prometo leer el libro en breve y ofrecer mis impresiones de lectura. Por mientras, un pequeño detalle sobre el título: veo que el original era The Last Patriot, y que para la versión en español se ha cambiado a este atractivo Misión Cervantes, seguramente buscando con él un buen banderín de enganche para los lectores hispánicos (ya se sabe que Cervantes es un autor universal que tiene mucho gancho, que su figura y su obra generan gran interés, etc., etc.). En mi caso, al menos, la estrategia comercial ha funcionado: seguramente, al pasar la vista por la sección de novedades, no habría llamado mi atención un libro titulado El último patriota. Sí, en cambio, y mucho, uno titulado Misión Cervantes, que promete intriga sin cuento mezclando —ya veremos si con un “orden desordenado” o no— a Thomas Jefferson, el misterio de turno encerrado en el Quijote y una profecía inédita de Mahoma. ¡¡Ay, estoy impaciente por comenzar la lectura!!
Una pieza más para nuestras pesquisas, Carlos. Prometo buscarlo y leerlo.
Y hace dos semanas, en la Feria del Libro, conocí personalmente al misterioso Házael González… pero esto pide referencia aparte.
Un abrazo.
Santiago López Navia